Tú. Sí, tú. Sé que has vuelto.
Y que preguntas por ahí que qué tal me va. Que me echas de menos, y que piensas si algún día todo volverá a ser igual. Que ahora ves mis fotografías, y piensas que he cambiado, pero no precisamente para mal. Que crees que soy tan diferente que ya ni me dignaré a hablarte, y te conformas con enterarte de qué es de mi vida por terceras personas. Qué lugares frecuento, o con qué gente me junto. En qué bares lo doy todo, y por qué calles paseo. Imaginando organizar un encuentro inesperado para los dos, acompañado de un simple “¡Cuánto tiempo!” y un “¿Qué tal te va?”. ¿Crees que no me acuerdo de mi pasado? ¿De nuestro pasado? Sólo quería que supieras que nunca dejé de ser aquella niña inocente y asustada, a la que ibas a buscar a la casa del pueblo con esa sonrisa tan bonita pintada en tu cara. Que aún me acuerdo de ti, por mucho que el tiempo pase; y cada uno haya elegido un camino distinto. Y en verdad, no me arrepiento.